Discurso en Despedida de Ministra Morales
Transcribimos palabras pronunciadas el por el Presidente (S) de la Corte Suprema de Justicia, Marcos Libedinsky Tschorne, en ceremonia en que el Pleno de Ministros del máximo Tribunal brindó una emotiva despedida a la Ministra María Antonia Morales Villagrán, con motivo de su cese de funciones en el Poder Judicial.
Señores Colegas de la Corte Suprema
Señores Ministros de las Cortes de Apelaciones
Señores Relatores y Jueces
Señoras y Señores
En esta oportunidad nos hemos reunido para despedirnos de nuestra compañera de labores María Antonia Morales Villagrán quien, a lo largo de más de 50 años de servicios, se encuentra finalizando su carrera judicial que inició el 30 de Octubre de 1953 en el cargo de Oficial 2° del Quinto Juzgado de Menor Cuantía de Santiago.
Después de un extenso y completo recorrido a través de diversos cargos del Escalafón Judicial, María Antonia fue designada, en Octubre del 2001, Ministra de esta Corte Suprema, más precisamente la primera mujer nombrada en este cargo, en el que ahora debe cesar como consecuencia de haber alcanzado el tope de edad constitucional. Podemos acotar, sobre todo en el caso particular de las mujeres, que a estos efectos, de por sí agraviantes, se agrega el de la ignominia derivada del hecho de hacerse pública la edad de las afectadas por este motivo de término de funciones judiciales.
Recuerdo que cuando esta causal no existía, integraban esta Corte algunos Ministros, no había todavía mujeres, que ocultaban cuidadosamente su edad, y en un caso particular se llegó a conocerla sólo debido a que el Ministro afectado debió viajar y un compañero del mismo tuvo oportunidad de leerla en su pasaporte y, posteriormente, darla a conocer en una actuación algo desconsiderada de su parte.
En todo caso no te preocupes María Antonia, ni física ni mentalmente, representas la edad que tienes de acuerdo con nuestra Constitución Política. Además que sabemos, por las dotes poéticas de tu señora madre, que provienes de una familia longeva y de extraordinaria lucidez.
Cuando nos referimos a la situación de una mujer en la Administración de Justicia resulta casi inevitable no hablar de ella singularmente sino relacionándola con su género. Y siguiendo esta costumbre no podemos dejar de mencionar, en esta ocasión, a la primera jueza del mundo: Débora. En efecto, justamente en el Libro Denominado “Jueces” del Antiguo Testamento, se menciona a Débora quien “Acostumbraba sentarse bajo una palmera (conocida como “la palmera de Débora”) que había en los montes de Efraín, entre Ramá y Betel, y los israelitas acudían a ella para resolver sus pleitos”.
Y no olvidemos que estos llamados tradicionalmente en la Biblia “jueces” eran en realidad caudillos, dirigentes o gobernantes que, por serlo, servían, en tiempos de paz, como jueces, en el sentido que hoy asignamos a esta palabra, resolviendo las controversias o disputas entre sus súbditos para llegar a una decisión justa.
En el Derecho Romano las mujeres no gozaron de esta dignidad que correspondió a Débora. Las disposiciones de ese derecho excluían de las funciones judiciales a los que por la naturaleza, la costumbre o la ley estaban imposibilitados para desempeñar el cargo de juez.
En el primer grupo se encontraban aquellos que adolecían de defectos físicos que impedían juzgar: los sordos, los mudos (sabemos que las mujeres, en general, nunca han sido consideradas como mudas), los que permanecían en constante estado de demencia y los impúberes. Los ciegos eran capaces. De allí, quizás, que la tradicional imagen de la justicia se presente con los ojos vendados.
En el segundo grupo se incluía a quienes, entre los romanos, por costumbre, se excluía de toda función civil pública: Allí nos encontramos con las mujeres y los esclavos.
Con posterioridad la legislación española que, en general, heredamos en toda Latinoamérica, concretamente las leyes de Partidas, ratificadas por otras posteriores, dispusieron que por “Defecto de capacidad no podían ser jueces el loco, mudo, sordo, ciego, enfermo habitual, el religioso, el clérigo de órdenes mayores y la mujer, a menos que fuese reina u otra señora que heredase el señorío de algún territorio, pues en tal caso podía hacerlo con el consejo de hombres sabios”.
Producida la independencia de España algunos países de América reprodujeron en sus legislaciones nacionales disposiciones como las de las Partidas. En nuestro país, al discutirse la Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales de 1875, no se estimó necesario incluir una disposición prohibitiva para las mujeres, pero no porque se las considerase aptas para desempeñar el cargo de juez, sino por cuanto “No se creyó necesario, atendidas las costumbres sociales de la época, una inhabilitación especial para las mujeres, porque nadie puede pensar en darles puestos que se consideran de exclusivo desempeño de los hombres”.
Cuál es la situación actual en general de las mujeres en los distintos países de Latinoamérica. Las estadísticas demuestran que, frente a porcentajes más o menos iguales entre hombres y mujeres formando parte del Poder Judicial, en las jerarquías más altas la presencia minoritaria de la mujer es muy acentuada. En un cuadro estadístico del año 2002, el porcentaje, en tribunales de primera instancia, era de 43,90% de mujeres y de 56% de hombres; en segunda instancia era de 38,80% de mujeres y de 61,10% de hombres; y en los Tribunales Supremos era de 12,50% de mujeres frente a un 87,40% de hombres. En todo caso la incorporación de las mujeres a los Tribunales Supremos se ha ido produciendo y en la actualidad, en Latinoamérica, sólo la Corte Suprema de Uruguay no se encuentra integrada por ninguna mujer.
Ahora, volviendo al paso de María Antonia Morales por el Poder Judicial, ¿cómo se explica su designación como la Primera Ministra de la Corte Suprema de Chile?.
Estimo que se debe a que las cosas buenas de la vida no se encuentran al azar, sino en el sacrificio de quienes diariamente se esfuerzan por ser mejores. A nuestras manos no llega nada que antes no hubiera sido resultado del esfuerzo, de la fe, de la perseverancia y de la bondad.
Una persona que se esfuerza todos los días y que es capaz de entregar lo mejor de sí, tarde o temprano, es premiada por la vida y, justamente, la hoja de vida funcionaria de María Antonia deja constancia de su dedicación y paulatinos ascensos en el Escalafón Judicial.
En un libro de reciente aparición que se titula “El otro lado del espejo” y que lleva como subtítulo “Mujeres en un mundo de hombres”, su autor, el filósofo chileno Gerardo Vidal Guzmán, se pregunta ¿Existe algún mínimo común denominador, que unifique historias de su libro, que relatan la vida de una gran variedad de mujeres famosas? Y se contesta: “Me parece que sí. Todas sus protagonistas resistieron a jugar el papel que su tiempo les asignaba. Aspiraron a más. Fuera por ambición, fuera por vocación, se vieron impelidas a ejercer tareas y a buscar finalidades que no cuadraban con la concepción que su época tenía de la condición femenina”.
Me consta personalmente que en el caso particular de María Antonia, no existió el menor asomo de ambición y que sólo por vocación se allanó a desempeñar un cargo que significaba romper barreras que existían para las mujeres de su época, que es también la nuestra.
Para finalizar deseo agradecerte María Antonia, en nombre de esta Corte Suprema, por todos los esfuerzos, dedicación y empeño que pusiste en tus labores judiciales y por todo lo que le diste a nuestro Poder Judicial, sirviéndolo con eficiencia y dignidad.
Muchas gracias.