Discurso Presidente Ceremonia Juramento
Transcribimos a continuación palabras del Presidente de la Corte Suprema de Justicia Marcos Libedinsky Tschorne, dirigidas a los 58 licenciados en Ciencias Jurídicas que en la mañana de hoy, luego de prestar juramento ante el pleno de Ministros del máximo tribunal, obtuvieron su título de Abogado.
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Colegas Magistrados de la Corte Suprema
Señoras y Señores
Nuevos Abogados
En esta solemne audiencia pública establecida por la ley, con el objeto de que la Corte Suprema de Justicia, reunida en pleno, les otorgue a Uds., licenciados en Ciencias Jurídicas y Sociales el título de abogados; están finalizando una etapa de sus vidas e iniciando una nueva. En la que termina, me atrevo a asegurarlo, seguramente la gran mayoría de Uds. han vivido “regalados”, según una expresión que hasta hace un tiempo se utilizaba mucho por la juventud y que no sé si ya ha pasado de moda. Muchos de Uds. han vivido en la casa de sus padres, sin grandes problemas y gozando de comodidades que, a lo mejor, hasta estos momentos no han apreciado debidamente pero que, después, echarán de menos.
En la etapa que inician ejercerán la profesión para lo cual los habilita su título y se verán enfrentados a la dura lucha por la subsistencia.
Tradicionalmente se ha concebido al abogado como aquel técnico del Derecho que acude a los tribunales para defender, para abogar, por los derechos e intereses de alguna de las partes en litigio. De allí proviene esa expresión corriente en el lenguaje del foro de que “abogado que no va a los tribunales, no es abogado”. Desde los tiempos más remotos la idea de la abogacía se encontraba vinculada a la defensa de la vida, de la honra y del patrimonio de las personas. Esta defensa estaba a cargo de aquellos que, entre la sociedad, tenían los dones de la sabiduría. Era el sabio, era el sacerdote, la persona encargada de abogar por el débil por el agraviado o por el oprimido. Este concepto de que el abogado es un hombre culto, es un hombre sabio, es un hombre que domina las grandes corrientes del pensamiento, era también un ingrediente tradicional de la concepción del abogado.
Pero los tiempos cambian y la dinámica de las instituciones introduce nuevos conceptos que es necesario representar en nuevas fórmulas. Cuando se dice que no puede haber sociedad sin Derecho, ni Derecho sin sociedad, se está expresando esta idea. El Derecho no es un conjunto de normas establecidas caprichosamente, sino un sistema normativo dirigido a mantener la armonía y la convivencia social basadas en esas dos grandes aspiraciones de la humanidad: la paz y la justicia.
Esta transformación de las estructuras sociales ha dejado su huella en la abogacía. El abogado ha dejado de ser un hombre culto. Ya no le interesan las teorías filosóficas ni los problemas que plantea la moderna sociología. Su única preocupación intelectual es su especialidad. Y todo lo que está más allá de la especialidad es como si fuese la nada cultural. Grave error, porque el abogado, como antaño, sigue ocupando posición dirigente en la sociedad, lo cual compromete más su responsabilidad.
Uds., jóvenes abogados, representan en gran medida el potencial futuro del que dependerá la suerte de la justicia en nuestro país. A muchos de Uds., como abogados, jueces o legisladores, podrán quedar entregadas enormes responsabilidades en el campo tan importante de la justicia. Sigan estudiando y preparándose para recuperar el carácter de hombre culto del abogado y beneficiar, así, no sólo a Uds. mismos, sino a toda nuestra sociedad.
Muchas gracias