Discurso Presidente
Transcribimos a continuación palabras del Presidente de la Corte Suprema Marcos Libedinsky Tschorne, dirigidas a los 57 licenciados en Ciencias Jurídicas que en la mañana de hoy, luego de prestar juramento ante el Pleno de Ministros del máximo tribunal, obtuvieron su título de Abogado.
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Colegas Magistrados de la Corte Suprema
Señoras y Señores
Nuevos Abogados
Nos encontramos nuevamente en la audiencia pública, establecida por la ley, con el objeto de que ésta Corte Suprema les otorgue a Uds., licenciados en Ciencias Jurídicas y Sociales el título de abogados.
En una audiencia anterior hice referencia a la amplia gama de posibilidades que se abría a los nuevos abogados para el ejercicio de la profesión. En esta oportunidad deseo precisar que cualquiera que sea la actividad profesional que Uds. elijan dentro de la abogacía, deberán respetar siempre un conjunto de principios y normas éticas que rigen la conducta del hombre, o mujer, abogado y que le obligan en conciencia frente a sí mismo, independientemente de que su violación esté prevista o sancionada por disposiciones legales. Estas son las normas de ética o moral profesional.
Gran cantidad de autores se hallan contestes en la elevada misión de la abogacía y en las altas calidades culturales y, principalmente, morales que deben adornar a los abogados. Ciuratti, en su obra sobre “Arte Forense”, consigna en la siguiente forma la calidad de las condiciones requeridas a quienes dedican su vida al noble y áspero ejercicio de pedir justicia: “Dad a un hombre todas las dotes del espíritu, dadle todas las del carácter, haced que todo lo haya visto, que todo lo haya aprendido y retenido, que haya trabajado durante treinta años de vida, que sea en conjunto un literato, un crítico, un moralista, que tenga la experiencia de un viejo y la inefable memoria de un niño, y tal vez con todo esto forméis un abogado completo”.
En este mismo orden de ideas, Angel Ossorio, quien fuera Decano del Colegio de Abogados de Madrid, enseñaba que “en los abogados la rectitud de conciencia es mil veces más importante que el tesoro de los conocimientos”, pues “primero es ser bueno; luego ser firme; después ser prudente; la ilustración viene en cuarto lugar; la pericia en el último”.
Innecesario es decir que frente a estos exaltadores de las virtudes forenses, no han faltado los denigradores de los abogados, encontrándose entre estos últimos algunos de gran nombradía en el campo de la literatura como, por ejemplo, Quevedo, Racine, Rabelais, Shakespeare y Anatole France. Se ha atribuído a los abogados inteligencia y viveza destacadas, pero encaminadas a enredar los problemas, a confundir a los juzgadores y a enriquecerse indebidamente en desmedro de sus clientes.
El primero de los autores recién nombrados, Quevedo, se refería en la siguiente forma a los abogados de su tiempo: “Advierte que, antes de que se contesten las demandas, son los pleitos sobre si mi dinero es mío o del otro, y en empezándose, son sobre que no sea del otro ni mío, sino de los abogados”.
Lo cierto es que la profesión de abogado puede ser fácilmente desvirtuada -y de hecho lo ha sido muchas veces- por quienes sólo ven en ella una fuente de lucro y reniegan en su ejercicio de las más elementales normas de decoro y ética. Con razón se ha dicho que un mal abogado que ande suelto por el mundo le hace mucho mal a la abogacía. Y esto se debe a que, por la tendencia humana a crear estereotipos se atribuirá, en lo sucesivo, indiscriminadamente a “los abogados” aquello que debe cargarse en la cuenta del “abogado don Fulano de tal”, con olvido total de que “los abogados”, son de muy diversas clases.
En fin el camino a recorrer por Uds., jóvenes abogados en el ejercicio , es al igual que el de la vida, muchas veces duro, áspero, está colmado de tentaciones pero como contrapartida proporciona, también, innumerables satisfacciones.
Mis sinceros deseos para Uds., son que puedan transitar por caminos cristalinos y que, con una conducta intachable, ayuden a dignificar la profesión de abogado.-
Muchas gracias